El condicional de Elena, un relato de Eduardo Viladés
Te concentrabas tanto en un punto blanco sobre tu cabeza que llegaba un momento que parecía que estabas flotando e incluso costaba enfocar la mirada.
Una de tus tías; tres historias de Karen Vizcarra
El ángulo es la clave para dejar un resorte cítrico que sirve de trofeo. Quizá en las naranjas no sea de gran importancia el filo porque todo recae en la metodología.
Ojos color fuego, un cuento de Ramiro Rodríguez
Las horas se derritieron con la calma de un velón en una iglesia, y sin saber cuántas habían pasado, con la vista nublada y un mareo insoportable, pudo ver cómo a su alrededor tres “médicos” asentían entre ellos y finalmente se acercaron a él.
Petro, un cuento de Luis M. López
Papá lo llamó Petro porque lo encontró un 28 de marzo, Día de la Expropiación Petrolera, un insólito momento de la historia de México que no se repitió jamás. Muchos años después, «expropiación» fue la primera palabra difícil que aprendí.
Los grises ojos del pistolero, un cuento de Rodolfo Lara Mendoza
Mamá está de pie, junto a la ventana, planchando una camisa, y ha dejado la plancha sobre aquella prenda que, en mi recuerdo, años después, sigue sin quemarse: ¡Es increíble la pericia de mamá!
Solos, Maluma y yo; un cuento de Daniel Moris
Nos quedamos solos, Maluma y yo, en aquella lúgubre contradicción de la medicina posmoderna, en aquella ventana de tiempo que parecía extenderse hasta los inconfundibles confines del desasosiego.
La manicurista, un cuento de Jaime Arturo Martínez
Me gusta mi trabajo. Allí, conozco gente nueva todos los días. Mientras les presto mis servicios, les escucho sus historias o les hablo de la ciudad. Disfruto este ambiente, limpio, adornado y elegante.
El mendrugo de Velamazán, un cuento de Eduardo Viladés
Cuando creció se trasladó al pueblo animada por la verdad que la panadera le había enseñado, la verdad de lo auténtico, la verdad del aire vivido por nuestros antepasados que, como un boomerang, se manifestaba de lleno en la muchacha.
Califagia, un cuento de Jaime Arturo Martínez
La madre oyó el murmullo de la conversación. Oyó la risa de ella como una alta palmera meciéndose en el aire, oyó los suspiros, oyó los quejidos y el llanto de amor, oyó -luego– el silencio.
Las niñas malas no visten de gala, un cuento de Laura Barragán Arteaga
Soy cruel. Disfruto hacer llorar a los chicos, robarles un beso y partirles el corazón. Pero no son los únicos, hace un tiempo hicieron añicos el mío.