Los lunares de Solomía Maievska
Hay muchas formas de enamorarse, una es el silencio. Otra son los lunares de Solomía Maievska. Uno recorre ese tipo de mapas, de puntos perfectos, sobre cuerpos hermosos, descifrando su aura.
Altenpfleger, un relato de Andrés Pinzón-Sinuco
Es jueves, un día indeciso para un sol que no se atreve a perforar las nubes por más de una hora. Silvia Abril elabora frases tiernas.
El trigo de Numancia, un relato de Eduardo Viladés
No tengo fama de calmada. No me vino mal porque salió en el periódico provincial y cuando reabrí venía gente ex profeso a que la insultase...
El barro y la eternidad
No logran ver que cuando eso ocurre, la eternidad ya no es más de ellos. Les ha sido arrebatada, desde Villa Fiorito, por un muchacho de barro.
Noche en el cementerio, un cuento de Pablo Concha
Me acerqué despacio, unos pasos más, para ver su rostro. Tenía un agujero en medio de la frente y sangre seca en las mejillas. Sentí frío.
Caos de muerte, un relato de Claudia Almaraz
No deseé llamar al hogar paterno: temía que el sonido del timbre fuese lo único que prevaleciera en la callada respuesta de mis familiares: preferí la espera...
El mendrugo de Velamazán, un cuento de Eduardo Viladés
Cuando creció se trasladó al pueblo animada por la verdad que la panadera le había enseñado, la verdad de lo auténtico, la verdad del aire vivido por nuestros antepasados que, como un boomerang, se manifestaba de lleno en la muchacha.
Seis poemas de tres poetas del Caribe colombiano
La poesía, la verdadera poesía, es siempre tan necesaria como abrir una ventana. Jaime Arturo Martínez, Carmen Cecilia Morales y Elkin García son tres voces de la narrativa poética contemporánea.
Wir vermissen dich, un cuento de Andrés Pinzón-Sinuco
La pastora protestante, una pelirroja con cara de estudiante virgen, se refirió a Jutta como la «compañera de vida» de Gernot. Lebenspartnerin, dijo.
Cárcel inmediata, un cuento de Andrés Pinzón-Sinuco
Cuando todos se despidieron, ella y yo sugerimos que íbamos a jugar billar. Las bolas estaban en su sitio, espaciadamente brillantes, dispuestas en el mejor sentido y anunciando como una señal irrevocable una noche de desvelo consentido. Adiós, buenas noches, que descansen.
