Narrativa

Sonido bestial

—Aquí nadie saca a bailar a mi mujer—dijo Thomas, sosteniendo la mirada de Jeton y Antoine.

Después enfiló un vistazo acuciante a su mujer.

La noche transcurrió entre algunos silencios incómodos que dejaba la música salsa y las historias que los tres amigos sabían de principio a fin: aquella vez que a Antoine lo cogió la policía por comprar droga en el Callejón Angosto, el otro día en que Jeton tuvo de amante a una mulata flaquita y dócil, y la vez que Thomas se había largado de marcha con Damián, cuando habían probado por pirmera vez el extasis. Todas esas historias estaban puestas en el abanico de la conversación. Sin embargo, Laura no estaba contenta. Estaba harta de Thomas. No entendía cómo aquel había podido seducirla aquella tarde de enero. El asunto, se planteaba Laura, era que no había sido él quien la sedujo, sino ella a él. De ahí se habían derivado todos los problemas de su relación.

Conforme pasaban las horas, el recinto se iba aletargando, los intrusos que vendían cualquier cosa en la calle se animaban a estudiar a los que estaban adentro de la discoteca. Thomas se sintió observado en más de una ocasión, pero aquello no hizo más que alimentarle el ego, ya de por sí sobrealimentado. Jeton y Antoine no tenían un verdadero interés por Laura, pero las canciones de amor iban cediendo a la historia no contada; por tanto, cada vez veían más hermosa a Laura y no podían hacer nada para alejar las visiones de fricciones lascivas. Laura era una chica de unos veintipocos, pelirroja, de frente parecía una chiquilla recién salida de la pubertad, su boca grande, inteligente.

Laura no era la mujer real de Thomas. Se habían conocido cuando él trabajaba de recepcionista en un hotel. Ella era una dama de compañía. Habían hecho migas cuando él la había defendido en una ocasión en que un cliente quería permitirse mucho más de lo que ella estaba dispuesta a dar. En adelante, Thomas y Laura quedaban para comer juntos o para fumar un cigarrillo. Luego la soledad hizo lo propio.

Esa noche habían salido de farra los cuatro, motivados por una invitación de Jeton. Habían dicho que irían a tomar cervezas. Luego una ronda llevó a la otra. Y después lo natural, propuesto por Laura y apoyado por Antoine, era salir a bailar.

De manera que ahí estaban, ensordecidos por el Gran combo de Puerto Rico, atontados a causa de doce cervezas bien bebidas y conversando de lo usual: traiciones, enigmas, mascotas, pesadillas y las labores pendientes de unos y otros.

Thomas no perdía de vista a Antoine, le parecía el más peligroso de sus amigos. Era una amistad masoquista porque siempre que salían juntos, Thomas permanecía en un estado de alerta. Desconfiaban el uno del otro, pero a Thomas se le notaba más. Antoine era un tipo que conocía muy bien la calle. Llevaba Antoine una camiseta naranja, ligeramente roída y unos jeans que daban seña del uso pronunciado. Tenía aspecto de chulo de putas o de cuidador de autos. Parecía que acababa de susurrar improperios a dos monjitas de clausura. Su rictus flaco, demacrado y meditabundo lo hacían un oponente físico nada temible; pero las mujeres, se decía Thomas, pueden sobrellevar eso y mucho más. No hay enemigo desdeñable, se decía el novio de Laura.

Jeton era quien más reía. Miraba a Laura de reojo. La tocaba con su rodilla, imperceptiblemente, mas sabía lo que hacía. Thomas ocupaba su atención en Antoine, pero de vez en cuando miraba con desconfianza a Jeton, éste le devolvía una pequeña palmada en el hombro derecho, acompañada de una broma que calaba entre todos los presentes. Jeton era un tipo de aspecto de Europa del Este, tranquilo, consagrado a los negocios, cuadrado en su pensamiento, parecía un párroco de una iglesia protestante, quizá algún ascendiente suyo le había legado semejante figura que le daba un aire mayor ante sus interlocutores.

De pronto Laura y Thomas se pararon a bailar.

—Me gusta verte contenta.

—¿En serio?

—¿No lo estás acaso?

—He tenido mejores noches.

—Si quieres nos marchamos.

—¿Y qué les dirías a tus amigos?

—La verdad: que nos queremos ir.

—No tienes tacto, Thomas. Casi nunca lo has tenido.

—Era sólo una propuesta.

Terminó la canción y la pareja se sentó a la mesa. Los rostros de Jeton y Antoine lucían largos, desprovistos de virtud.

Las canciones iban y venían pero a Thomas le empezó a doler el costado izquierdo. Era la señal de que debía detener la ingesta de alcohol. Jeton miraba a Laura y a veces le guiñaba el ojo a Antoine. No obstante, ni Antoine ni Jeton iban a desafiar a Thomas. Éste era más grande y gordo que ellos, pero además, lo sabían por experiencia, era la peor manera de llevarse a su chica a la cama.

De pronto Laura se puso de pie y le preguntó a Antoine si podían bailar.

Jeton miró a Thomas, al tiempo que Antoine miraba a Laura.

—Si Thomas esta de acuerdo, no veo ningún problema— dijo Antoine.

Laura giró para ver el gesto de su novio.

Thomas estaba distraído mirando por la ventana del local. La música estridente era una arena movediza y no había mucho más que añadir.

Jeton se levantó también y miró con enfado a Antoine.

—Yo tomaré tu turno, si es cosa de baile, deja que Laura lo intente con un profesional.

Thomas sintió que aquella frase no iba en contra de Antoine, sino en contra propia. Se levantó muy rápido y tomó a Jeton por el cuello de su camisa blanca. Lo arrastró fuera de la discoteca.

Antoine y Laura miraban impávidos desde dentro del estadero.

—Has estado tocando a mi chica toda la noche.

—No sé de qué hablas, Thomas. Yo propuse esta reunión. ¿Qué mierda te pasa?

—Escucha, chico. También yo alguna vez le quité una mujer a otro tipo. Es cosa que hacemos todos.

—Suéltame.

Jeton se liberó del agarre, se acomodó la camisa y plantó sus piernas con determinación sobre el pavimento, puso sus manos en posición de boxeo, como nunca antes nadie había visto.

Thomas miraba la postura de Jeton y se reía.

—¿Pero quién te has creído, chico? ¿Rocky Balboa?

—Voy a partirte la cara, Thomas, pero no porque quiera acostarme con tu mujer, sino por haberme sacado de esa manera de la discoteca. Tengo una reputación que cuidar.

Thomas se abalanzó sobre Jeton con dos golpes secos que resonaron en los exteriores, al tiempo que Sonido bestial irrumpía con el piano de Richie Ray.

Laura se metió entre ambos contendientes.

—Estoy verdaderamente cansada de follar con los tres.

Fotografía cortesía: Viajes por Nicaragua .com

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