Veinte gramos, un relato de Elkin García
Tengo un gato negro (mis amigos dicen que llevo encima la mala suerte). Actualmente vivo en un apartamento que comparto con mi novia que es una exprostituta y ahora no le parece bien chuparme el pene porque se ha vuelto moralista.
Hotel abandonado, un cuento de Fernán Correale
Pero no, sos débil como una anciana cruzando Rivadavia con dos mochilas al hombro. Al menos llegó a vieja, mirate a vos, un piojo metido en su estuche de goma a punto de reventar y quedar sordo.
¿Cuánto le mide?, un cuento de Elkin García
En el baño me crucé con un hombre alto, de espaldas anchas, que salía atropelladamente y con cara de enfado. Murmuró entre dientes algo que no entendí.
Lunfardo, un relato de Janer Villanueva
En el camino, le apretaba el culo mientras la estrujaba contra las persianas de la calle Chile, sus uñas dolían bonito cuando se incrustaban en mi espalda.
Covid Hotel, un relato de Eduardo Viladés
Vivo en una habitación, la 212, situada en la segunda planta de un bloque de cuatro alturas. Lo han rebautizado como Hotel Covid.
El sexo de un varón coronado, un relato de Eduardo Viladés
El territorio sexual es como un gran bosque lleno de misterios. El sexo es vida. Somos sexuales, con y sin corona.
Más que gustos
Si no tiene glúteos bonitos, apreciables, asibles, pero que no puedan ser tomados plenamente con un agarrón, grandecitos, notables, hasta voluptuosos, entonces esa mujer, por más otros atractivos que posea, ya no es objeto de admiración.
La bomba de calor, un relato de Eduardo Viladés
A las diez y media sonó el timbre. Con ese alias, yo pensaba que venía a lo que venía, aquello que dices "llega a las 22:30, a las 22:35 le desnudo, a las 22:40 nos ponemos al tema y a las 22:45 sigo leyendo tranquilamente".
Pasional y políglota
De todas las cosas que me dijo Sofía, la más graciosa es que le vio el pene a Javier. ¿Cómo así?, le pregunté. La chica de la bicicleta rio. Dime la verdad, le pedí. La tomé del antebrazo para detener nuestra marcha, así en mitad de la calle. ¿Te follaste a Javier? No, dijo.
La manicurista, un cuento de Jaime Arturo Martínez
Me gusta mi trabajo. Allí, conozco gente nueva todos los días. Mientras les presto mis servicios, les escucho sus historias o les hablo de la ciudad. Disfruto este ambiente, limpio, adornado y elegante.